01 de
enero de 2015
La
primera navidad juntos
En este momento mis padres están viendo
una película en la tele, con mi disco duro, y no tengo nada que
hacer... así que he decidido subir mi primer fanfic yaoi aquí, para
quien le interese. Aquí va el primer capítulo (de tres).
Tras
años de amor secreto, Scorpius por fin encuentra la fuerza (en
realidad ha sido obligado) de confesarse a James antes de que éste
deje el colegio. El problema es que James, además de ser un ladrón
pervertido, es un poco... bobo y bruto (por decirlo suavemente). Y ha
visto algo que no debía ver. ¿Podrán Rose y Al hacerle ver que en
realidad está enamorado, aún si es a la fuerza?
01.
Donde Scorpius descubre que el amor es sordo y ciego, pero no mudo
"Soy
masoquista."
"Soy
la persona más estúpida y masoquista que ha existido en este
planeta desde que el hombre dejó de llevar taparrabos y garrote."
Sólo
eso explicaría mis siguientes palabras:
― Me
gustas.
Hubo
un largo silencio hasta que James explotó.
― ¿Te
estás burlando de mi? ¿Crees de verdad que alguna vez podría salir
con una persona como tú? ― rugió con una mueca de desprecio.
Algo
dentro de mí se rompió y empezó a caer.
― Largo
de mi vista. Me das asco.
Con
esas últimas palabras, mi corazón se estrelló contra el suelo y se
rompió.
― Largo
― me gritó furioso.
Reuniendo
las últimas fuerzas que me quedaban, me di la vuelta y empecé a
correr. No sabía a donde ir, sólo sabía que no quería ver a
nadie. Ni siquiera a Rose y Al.
Mientras
corría, una parte de mi cerebro me informaba de que había tenido
suerte al elegir un lugar apartado para hacer mi declaración. Sólo
los arbustos habían sido testigo de mi humillación.
Era
bueno ver que podía encontrar el lado bueno de las cosas...
Al
final divisé el lago y fui corriendo hacia él. Me senté debajo de
un árbol y puse la cabeza entre las rodillas.
La
verdad, no sé porque había esperado un final diferente. Ni siquiera
en mis más descabelladas fantasías había soñado con un final
feliz. Aunque tampoco había soñado con algo así.
"Me
das asco."
¿Por
qué? ¿Qué había de malo en mi?
No
era feo. Muchas chicas hasta me habían dicho que era guapo.
Tal
vez allí residía el problema: en que James no era una chica. Y yo
tampoco.
Sabía
que el día de hoy no iba a ser bueno en cuanto recibí la carta de
mamá.
Querido
Scorpius,
Tu
padre tiene que viajar a Japón por negocios y yo voy a acompañarlo.
Espero
que no te importe pasar las Navidades en el colegio.
Te
traeré algo como regalo.
Con
amor,
Mamá
Si,
la carta tendría que haberme impedido hacer semejante tontería.
No
sé como he acabado confesándome hoy.
Bueno,
sí lo sabía.
Albus.
Todo
era su culpa. Y la de Rose. No había que olvidarse de ella.
Si
no fuera por esos dos embaucadores, ahora mismo estaría en la
biblioteca, leyendo y pensando en lo tristes que iban a ser mis
Navidades.
En
lugar de eso, estaba congelándome, con el corazón roto e ideando
maneras de esquivar a James Potter en lo que me quedaba de año y de
vida. Al menos tendría dos semanas para pensar algo, ya que Albus se
iba a casa. Ahora sólo tenía que quedarme en mi cuarto hasta
mañana, cuando todos se fueran a sus hogares.
Finalmente
el frío me obligó a levantarme y volver al castillo.
Mientras
camino, barajo la posibilidad de quedarme en mi cuarto y morirme de
hambre; hacerme el enfermo y pasar la noche en la enfermería, donde
me darían algo de comer o llegar a la cena más tarde e irme en
cuanto lo vea irse a él. Las dos últimas opciones me obligaban a
hablar con Rose y Al, pero ahora, tras el primer momento de
vergüenza, tengo ganas de desahogarme. Finalmente decido ir a comer
al comedor.
La
cena ya había comenzado y todo el mundo estaba sentado y comiendo.
En la mesa de Gryffindor veo a Rose y Albus riendo y hablando con las
cabezas juntas. Al otro lado de la mesa está James, mirando a su
hermano con odio. ¿Por ser mi amigo? Nunca había mostrado verdadera
animosidad hacia su hermano, sólo cierto cabreo.
Voy
a la mesa de Slytherin y me siento solo. Realmente no tengo más
amigos que Al y Rose, sólo algún que otro compañero con el que me
junto de vez en cuando.
Me
sirvo en el plato un trozo de pollo, patatas fritas, salsa y
ensalada, y comienzo a comer mirando un libro muggle que me había
regalado, indirectamente, el abuelo de Rose en segundo curso. Digo
"indirectamente" porque el señor Weasley se lo dio a Rose
y ella me lo prestó a mi. Y desde entonces sigue en mi posesión.
Las hojas están arrugadas y la tapa está despegada, pero nunca he
considerado arreglarlo con magia. "El Principito" ha estado
presente en mis mejores y peores momentos, y creo que éste se podría
calificar como el peor de todos.
Los
postres llegan, y con ellos el momento en que Rose y Albus se
acercaron a mí. Mi mayor temor es ponerme a llorar como un bebé en
cuanto pronuncien su nombre.
― ¿Y?
¿Qué ha pasado?
― ¿Qué
te ha dicho? ¿Qué le has dicho? ¿Te ha besado? ¿Lo has besado?
¿Has tomado una foto para mí? ― cuando tomó aliento, la
interrumpo negando con la cabeza. ― ¿No has tomado una foto?
― ¿Quieres
una foto de mi corazón roto y pisoteado?
― Por
las calzas de Merlín, ¿qué ha hecho? ― pregunta Al, robando la
frase preferida de su tío.
Me
muerdo el labio y agacho la cabeza ante su mirada preocupada.
― Scor,
vamos a hablar fuera.
Al
me agarra del brazo y me levanta del banco, mientras Rose recoge mi
libro y se lo guarda en la túnica.
Salimos
del comedor y vamos afuera. Aunque miro todo el rato al suelo, sé
que ellos me miran preocupados mientras se comunicaban con los ojos.
Siempre han sido capaces de decirse cualquier cosa sin necesitad de
soltar una palabra. Al principio me sentía envidioso, pero poco a
poco yo también fui capaz de entrar en su pequeño círculo. Por
segunda vez en mi vida me sentía aceptado.
A
pesar de que siempre estábamos en su sala común, hecho que fue
difícil de aceptar para los Gryffindor, pero al que finalmente se
acostumbraron, hoy no podíamos ir allí. James subiría pronto y no
quería verlo. Fuimos al jardín
En
cuanto llegamos, Albus me preguntó:
― ¿Qué
dijo el estúpido y bocazas de James?
― Di-dijo
que nunca podría estar con una persona como yo y que le daba asco ―
murmuré mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.
― Pero...
¿le dijiste que estás enamorado de él desde segundo año?
― Le
dije que me gustaba ― al fin y al cabo, no quería que creyera que
era un chiflado acosador. Y en realidad era desde primero.
― ¿Se
lo dijiste con tus ojitos de cachorrito abandonado?
― S...
¡Hey! ¡Yo no pongo ojos de cachorrito!
― Sí
que los pones― se mostró de acuerdo Al.
― No
los pongo ― murmuro con voz queda a la vez que Rose decía.
― Pero...
pero se supone que tú le dirías, sonrojado, que le quieres y que te
miraría y se daría cuenta de que eras lindo y que siempre se había
sentido raro a tu alrededor y que ahora dejaría de salir con
estúpidas chicas y saldría contigo. ¡Y tendríais sexo no
censurado!
Hacía
unos años Rose había descubierto el yaoi gracias a una de sus
compañeras de cuarto, y desde entonces veía yaoi por todos lados y,
obviamente, Al y yo habíamos tenido que tragar con ello. Hasta había
intentado emparejarnos. Todo cambió cuando me vio sonrojado después
de una pelea con James. Cuando le confesé que sí, que me gustaba
James, empezó a insultar a las chicas con las que salía (nada raro)
y a hechizarlas (algo un poco más raro). Aunque este último año
las cosas habían cambiado un poco. Por alguna inexplicable razón
James Sirius Potter, el donjuán de Hogwarts, había dejado de salir,
hasta de coquetear, con las chicas. Ellas seguían tirándose a sus
pies, pero él pasaba por encima. Había numerosos rumores de que por
fin el corazón de este rompecorazones había sido atrapado por una
misteriosa dama. Muchos nombres eran murmurados, pero James no se
había acercado lo suficiente a una chica para dejar nada en claro.
Esta tendría que haber sido otra razón para olvidarme de mi
estúpida confesión, pero nooo... Era gilipollas.
― Rose,
la vida real no es como el yaoi― dijo Al con voz cansina, pero Rose
lo ignoró y siguió hablando mientras me lanzaba miradas de
traición.
― Lo
tenéis todo. Eres el mejor amigo de su hermano pequeño, siempre os
peleáis, él es alto y fuerte y tú eres, bueno, tú eres lindo,
como un gatito. Eres el perfecto uke.
Me
había dicho muchas veces que era lindo, así que no me enfadé. A
veces Rose no entendía que esto no era yaoi y lo de uke y seme sólo
era una fantasía. El año pasado en mayo incluso me hizo crecer
orejas y cola para demostrar que era un "neko" adorable.
Tuve que hacer agujeros a muchos de mis pantalones porque en la
enfermería no pudieron anular la poción. La gente se quedaba
mirándome por los pasillos y Rose hizo un álbum de fotos como
recuerdo. La pesadilla duró una semana y Rose sigue chantajeándome
con vender las fotos si no hago lo que quiere, aunque en realidad sé
que nunca haría eso... posiblemente. Tal vez. Quizás.
― ¿Estás
seguro de que dijo que le dabas...?
― ¿Asco?
Sí, estoy seguro.
― Lo
siento Scor. Sé que lo quieres, aunque nunca entenderé que viste en
él.
― El
amor es ciego, sobre todo a los defectos.
― Pero
nunca oí que fuera sordo. Te dije miles de veces que James es un
imbécil, pero no me hiciste caso.
― Lo
sé ― a pesar de sus palabras, todavía recordaba al chico que me
levantó del suelo cuando me tropecé en el tren, mientras los demás
se reían. El chico que me limpió las lágrimas y que me dijo que
todo iría bien.
Después
de eso, Rose se sentó a mi lado y me abrazó.
― ¿Quieres
que nos quedemos contigo?
― No,
id a casa. Me vendrá bien estar un poco a solas. Vuestras familias
os esperan.
― Tal
vez aproveche la cena de navidad y envenene a James.
― ¡Albus!
― ¿Qué?
Se lo merece.
― ¡Es
tu hermano!
― Tú
eres más hermano mío que él. Te lo he dicho cientos de veces,
Scor, la sangre no sinónimo de amor y cariño.
― A
pesar de que tu hermano es un imbécil, te criaste con él. Es
inevitable que lo quieras aunque sea un poquito.
― Desgraciadamente
― dijo con un suspiro. ― Entendido.
― Gra...
― Mejor
una poción que lo haga desear estar muerto.
― Sé
una adecuada para ese rompecorazones.
― ¿Qué
tal si lo dejamos impotente? ― por la voz de Albus, me di cuenta de
que hablaban muy en serio.
― No
sabrá lo que le ha golpeado.
Al
final no pude más que soltar una carcajada.
― A
pesar de vuestra locura cien por cien comprobada, sois los mejor
amigos que alguien podría desear.
Al
oír mis palabras, pararon de comentar formas de torturar a James
(aunque no me cabía duda de que para mañana habría una larga lista
muy imaginativa) y me miraron sonriendo.
― Y
a pesar de tu pésimo gusto, nosotros también te queremos.
― Habla
por ti. Yo sigo furiosa ― dijo Rose fulminándome con la mirada.
Después de unos segundos maldijo y se abalanzó sobre mí. ―
Maldito seas tú y tus adorables ojitos de cachorrito.
Y
estuvo unos buenos cinco minutos abrazándome, y haciéndome
carantoñas, como si fuera un bebé.
― ¡Basta,
por favor! Me duelen las mejillas.
― Pero
que bebé más mono...
Sentía
mi cara hirviendo.
Albus
hacía rato que se había caído del banco, riendo a carcajadas.
― B-basta.
Por favor. Me d-duele el estómago.
Al
final los tres nos quedamos tendidos en el suelo, respirando con
dificultad.
El
frío poco a poco empezaba a calar en los huesos.
― Es
hora de volver chicos.
Las
palabras de Rose me sacaron de mi estado de felicidad. O más bien de
olvido. James y sus palabras volvieron a mi mente, pero intenté que
no se me notaran. No quería que se preocuparan más.
Me
levanté lentamente y ayudé a Rose. Albus se estaba sacudiendo la
hierba de la ropa. A pesar de ser casi 25 de diciembre, no había
caído ni un copo de nieve en todo el invierno. Al parecer estas
Navidades no serían blancas.
Volvimos
al castillo charlando y riendo. Seguramente presentábamos la típica
imagen de chicos jóvenes, alegres por la falta de clase y la
perspectiva de futuros regalos. Pero yo sabía que tanto Al como Rose
intentaban que me sintiera mejor creando ese ambiente jovial, y yo lo
acepté. No quería encontrarme con ellos en el comedor al día
siguiente, preocupados de que me fuera a hacer el harakiri. Debían
irse a casa. El hecho de que mis Navidades fueran a ser un asco no
significaba que las suyas también.
Volvimos
al castillo y, tras despedirnos, ellos se dirigieron hacia su sala
común y yo hacia la mía.
Conforme
me distanciaba de mis amigos me iba sumiendo más y más en la
melancolía. Y cuando me metí en la cama, ya en pijama, ésta sólo
empeoró.
Uno
de mis compañeros de cuarto estaba en la enfermería tras una
desastrosa poción, y el otro se había ido a casa antes por
problemas familiares. En resumen, estaba solo y podía llorar tanto
como quisiera.
Pero
no quería llorar. Quería ser como Albus: enfadarme por las crueles
palabras de James e idear distintas maneras de vengarme, de
desquitarme. Pero no podía hacerlo. Puede que sus palabras me
hubieran herido, pero no por eso iba a dejar de quererle a los diez
minutos. El corazón humano es estúpido.
Así
que me quedé hasta tarde mirando las estrellas tintinear y caer. No
es que estuviera fuera (¡Estábamos en invierno!), sino que era un
hechizo. En una de mis visitas a la biblioteca encontré un libro
sobre el tema. Con la ayuda de Rose y Albus logré que el dosel de mi
cama fuera un espejo del paisaje de Hogwarts. Adoraba ver las
estrellas por la noche, contarlas hasta dormirme; el cielo anaranjado
o violáceo al despertarme; incluso me gustaba ver el cielo mientras
llovía o había una tormenta. Me sentía como si volara.
Esa
noche las estrellas no me adormecían ni siquiera un poco. Lo único
que podía ver era la cara de James cuando me dijo que le daba asco.
La escena se repetía en mi cabeza una, y otra, y otra vez, hasta que
las lágrimas corrían sin cesar. De vez en cuando el recuerdo de la
primera vez que vi a James Potter, la vez en la que me enamoré de
él, se intercalaba en mi memoria.
Al
final no sé cuando ni sé como, pero me dormí.
Y
soñé.
Soñé
con ojos castaños divertidos que me miraban desde arriba, que se
agachaban sobre mí como si me fuera a levantar, o a besar, pero que
en el último segundo se entrecerraban y una boca empezaba a moverse
y a gritar insultos y "te odio". Y aparecían otras cientos
de bocas que se reían y otras cientos que decían "te lo
avisé".
Esa
noche me desperté muchas veces empapado en sudor y jadeante, con un
grito en mi garganta que nunca salía.
Las
voces nunca se acallaron.
Bueno, éste es el primer capítulo, faltan dos.
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